Por Andrés Oppenheimer
Ahora que incluso Japón y Suiza –dos países que casi nunca se pelean con nadie– se han unido a las casi 50 naciones que reconocen a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, una abrumadora mayoría de las democracias mundiales están apoyando el restablecimiento de la democracia en Venezuela.
La gran excepción es México. Eso es desafortunado, y debería atraer mayores críticas de todo el mundo.
Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Gran Bretaña, España, Suecia, Australia, Brasil, Argentina, Colombia y docenas de otras democracias con gobiernos tanto de derecha como de izquierda han anunciado en las últimas semanas su reconocimiento de Guaidó, y su rechazo del dictador venezolano Nicolás Maduro.
La postura de estos países se basa en que Maduro es un líder ilegítimo: se proclamó reelegido después de las elecciones fraudulentas de mayo de 2018. Guaidó, como presidente de la Asamblea Nacional, ha sido facultado constitucionalmente para asumir el poder interinamente y convocar elecciones libres.
Pero el nuevo presidente izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha declarado “neutral” sobre la crisis venezolana. López Obrador ni siquiera está exigiendo elecciones libres en Venezuela, como lo hizo su antecesor.
“México se ha quedado aislado”, me dijo el ex presidente mexicano Vicente Fox en una entrevista esta semana. “Pero la mayoría de los mexicanos no estamos con él (López Obrador) en eso”.
Fox desestimó la afirmación de López Obrador de que el apoyo tácito de México a Maduro se basa en la doctrina mexicana de “no intervención” en asuntos internos de otros países. La actual política exterior de México es “terrible” y “muy mal ejecutada”, me dijo Fox.
Si bien el artículo 89 de la Constitución mexicana exige “no intervención” en los asuntos internos de otros países, el mismo artículo también exige “el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos”. Además, varios presidentes mexicanos han intervenido en asuntos de otros países, lo que llevó a México a romper lazos, entre otras, con dictaduras en España, Chile y Nicaragua.
Lo que es aún más preocupante es que puede que López Obrador no esté pidiendo elecciones libres en Venezuela por temor a que otros países después le pidan elecciones libres en México, dijo Fox.
“No quiere que luego le vengan a juzgar aquí, cuando él está cometiendo también muchas tropelías”, señaló.
Otros críticos dicen que López Obrador y sus colaboradores tienen vínculos de larga data con Cuba y Venezuela. La líder del partido Morena, Yeidckol Polevnsky, ha expresado públicamente su apoyo a las dictaduras de Cuba y Venezuela.
Pero también hay voces más moderadas dentro de Morena, que no suenan como secuaces de Maduro.
El senador Héctor Vasconcelos, quien es muy cercano a López Obrador y dirige el Comité de Relaciones Exteriores del Senado mexicano, me dijo en una entrevista que no existe una relación especial entre el presidente mexicano y Maduro.
“Fui durante cerca de 12 años responsable de las relaciones exteriores de Morena, cuando era primero un movimiento político y luego un partido, y les puedo decir que jamás hubo el menor contacto con los gobiernos venezolanos del señor Chávez y del señor Maduro, ” me dijo Vasconcelos.
Vasconcelos agregó que “es mi opinión personal… que hay que valorar cada situación, y tener cierto grado de pragmatismo, según la gravedad de las situaciones, pero sosteniendo ese principio de no intervención”.
Eso suena razonable, pero el problema es que la crisis venezolana ha alcanzado un nivel de gravedad que afecta no sólo a los venezolanos, sino a todos en la región.
Más de 3 millones de venezolanos ya han huido a países vecinos, y el número de refugiados podría llegar a 10 millones en los próximos cuatro años, según el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro.
Es hora de que las democracias del mundo le pidan a México que se ponga del lado del estado de derecho en Venezuela. López Obrador debe ser criticado abiertamente por su apoyo tácito a Maduro, en contra del mandato de la Constitución de su propio país de defender y promover los derechos humanos.