Maribel Hastings
El terror y el disloque de las redadas y deportaciones del gobierno de Donald Trump también afectan a la comunidad inmigrante de Puerto Rico, particularmente a la numerosa población dominicana que ha hecho de esta otra isla su hogar. Como es el caso de Pedro, empleado de la construcción cuya vida y las de sus familiares y amigos se han trastocado desde que Trump inició los operativos indiscriminados.
Pero Pedro tiene algo muy claro: “Estar en un país sin documentos no te convierte en un criminal”. Tampoco en un “enemigo extranjero” como lo define la ley de 1798 del mismo nombre que Trump ha invocado para deportar inmigrantes. La ley de tiempos de guerra permite la detención, reubicación o deportación de nacionales del país enemigo de Estados Unidos por razones de seguridad nacional.
El archipiélago de Puerto Rico, territorio estadounidense desde 1898, es otra frontera donde inmigrantes de diversa nacionalidad cohabitan con los puertorriqueños y son parte intrínseca de nuestra sociedad, familias, economía, cultura, y del diario vivir. Hay unos 60,000 dominicanos, hay cubanos, haitianos, colombianos, mexicanos, venezolanos, argentinos, chinos, vietnamitas, y la lista es amplia. En 2020, el 8% de la población de Puerto Rico era nacida en el extranjero. De esos, 92% nacieron en América Latina, 4% en Europa, 3% en países asiáticos, 0.2% en Norte América, y 0.1% en África y Oceanía.
No todos tienen sus documentos en regla. Quizá en Puerto Rico el nivel de discriminación y racismo es más leve que en Estados Unidos, pero sin duda existe.
Los dominicanos son el mayor grupo de extranjeros en Puerto Rico. Los lazos de amistad, familiares e históricos entre Puerto Rico y la República Dominicana son profundos. Los dominicanos están representados en la fuerza laboral a todos los niveles, desde profesionales y académicos, hasta trabajadores agrícolas, cuidadores de niños y ancianos, empleados en restaurantes y hoteles, o en la construcción, como Pedro. No utilizamos su verdadero nombre pues está en proceso de ajustar su situación migratoria.
A sus 27 años de edad, este joven dominicano llegó a Puerto Rico hace tres años y dos meses.
Pedro radica en el Oeste de Puerto Rico hasta donde llegan el miedo y la incertidumbre que los operativos de Trump generan, especialmente en centros urbanos de la capital San Juan, donde radica el grueso de la comunidad dominicana y donde agentes de ICE buscan “criminales”.
“Uno se encomienda a Dios y toma medidas de precaución, como evitar aglomeraciones o acudir a lugares donde hay mucho dominicano. Tengo familiares y amigos que me ayudan para que no tenga que salir a comprar comida, por ejemplo. Pero mi hermano y mi primo hermano en San Juan están encerrados, paralizados”, narró Pedro.
“No pueden salir, no pueden trabajar. Porque ICE alega que busca criminales, pero si por mala suerte estás ahí y no tienes papeles, también te llevan”, indicó.
“Pero estamos trabajando. No robando. Creo que el gobierno debe buscar la forma de regularizar nuestra mano de obra y darnos un permiso de trabajo, aunque sea a corto plazo, pero algo que nos dé tranquilidad y seguridad porque nosotros estamos aportando a la economía. Pero esta situación provoca que uno no pueda trabajar o no gane como antes por el miedo a que te arresten”, dijo.
Eso incide en la economía pues al no tener dinero, no gastan. “Si hay trabajo, el peso (dólar) se mueve, circula porque yo gasto, voy al supermercado, a la panadería”, agregó. Y también sufren las familias en su país al dejar de recibir el apoyo económico que necesitan.
“Mi madre tiene cáncer de mama. Ya le removieron ambos senos. Dios me dio la dicha de poder llegar aquí a Puerto Rico y ayudarla con el costo de sus tratamientos, pero ahora trabajo menos por precaución y no puedo aportar como antes”, narró Pedro.
“Quisiera que tomen conciencia. Tenemos familia que depende de uno. Que hagan algo por el inmigrante que beneficia con su trabajo al país”, concluyó Pedro recordando el papel que jugaron los inmigrantes dominicanos en la reconstrucción de Puerto Rico tras el paso del huracán María por la isla en 2017.
La visa para un sueño que describe el músico dominicano, Juan Luis Guerra, en su canción sigue siendo inalcanzable. Pero Pedro tiene muy claro que aunque sean deportados, muchos dominicanos como él seguirán arriesgándolo todo, incluso su vida, para volver y ayudar a sus familias trabajando en la otra frontera que es Puerto Rico.