México, (Notimex).- Neurocientíficos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, identificaron el área del cerebro que procesa experiencias dolorosas: la corteza insular o ínsula, que es la que envía “advertencias” e impulsa el aprendizaje de experiencias desagradables.
El denominado “aprendizaje del miedo” ayuda a los animales y seres humanos a sobrevivir; es la repuesta fisiológica que se produce ante un estímulo peligroso. En el cerebro, el circuito de ese aprendizaje implica a neuronas de la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal, explicó el científico Ralf Schneggenburger.
Hasta ahora, se desconocía la parte del cerebro específica que advierte de eventos dolorosos a otras partes de este órgano y otras partes del cuerpo.
Según información de la institución científica, se conoce que la amígdala es importante para el aprendizaje de amenazas, y ahora los científicos suizos señalan a la corteza insular como la responsable de enviar esas “advertencias” y reportan que las neuronas en esa corteza se conectan a las de la amígdala.
Ahora, agregaron “sabemos que la corteza insular, plegada profundamente dentro del surco lateral del cerebro, se está convirtiendo en el foco de atención por su función en la experiencia subjetiva emocional y su representación en el cuerpo”.
Es el circuito neuronal el que crea también una memoria sobre esa experiencia que relativiza su significado, por lo que hace que, animales y seres humanos, sean más prudentes.
En estudios con ratones, los investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, modificaron mediante ingeniería genética neuronas específicas y apagaron la actividad eléctrica de las neuronas en la corteza insular.
De esta forma, identificaron “que los ratones se volvieron esencialmente intrépidos contra una leve descarga eléctrica en el pie, además de que su capacidad para aprender del doloroso evento se redujo considerablemente”.
El estudio corrobora que, además de informar a nuestro cerebro sobre los estados corporales, la corteza insular puede enviar una fuerte señal de advertencia a otras áreas del cerebro involucradas en la formación de un recuerdo del evento desagradable.
Schneggenburger destacó que el estudio de los mecanismos neuronales de cómo se codifica el dolor en el cerebro, junto con investigaciones futuras de los mecanismos de plasticidad subyacentes, podría ser relevante para el desarrollo de tratamientos de enfermedades psiquiátricas como la ansiedad y trastornos de estrés postraumático.