Austin (EE.UU.), (EFE).- Días después de que decenas de agentes de policía arrestara a más de 100 de sus compañeros en dos jornadas de protestas en contra de la guerra en Gaza, Linda decidió volver al campus de la Universidad de Texas (Austin) para pedir la renuncia del presidente de la institución.
La estudiante de tercer año de bioquímica, que pidió ocultar su nombre para proteger su identidad, aseguró a EFE que no se siente desanimada sino todo lo contrario: “No hay nada que me puedan hacer que se compare con lo que están pasando los jóvenes en Gaza”.
La respuesta de la principal universidad pública en Texas a las manifestaciones propalestina ha sido de las más duras del país: sin amagos de negociación con los líderes estudiantiles, la institución disolvió por la fuerza un campamento montado por los universitarios en un parque del campus.
Las imágenes del desalojo, en donde los agentes se llevaron por los brazos y las piernas a los estudiantes, les lanzaron gas pimienta e incluso arrestaron a un fotoperiodista, se convirtieron en un reflejo de la represión contra el movimiento estudiantil que se ha propagado por todo el país.
El gobernador del estado, el mediático político republicano Greg Abbott, ya dejó claro de qué lado está: “La Universidad y el Estado usarán todas las herramientas a su disposición para acabar rápidamente con todas las protestas ilegales en el campus”, escribió este domingo en su cuenta de Twitter.
En el campus, sin embargo, este mensaje no ha disuadido a los activistas estudiantiles, que tienen más protestas planeadas para este último mes de clases.
“La represión (…) lo que ha hecho es incrementar el número de personas que están dispuestas a luchar lo que es correcto”, subrayó Linda, que ha formado parte desde su primer año en la organización estudiantil propalestina Palestine Solidarity Comittee, suspendida la semana pasada por la institución en respuesta a las manifestaciones.
Este domingo, un centenar de jóvenes, profesores y simpatizantes de la causa en contra de la guerra se tomaron una vez más el parque Sur de la universidad al grito de consignas como “Palestina Libre”, “No pararemos, no descansaremos”.
Aman Odeh, doctora y profesora asociada de la Universidad de Texas, se acercó a la explanada sosteniendo su celular en alto. Del otro lado de la pantalla, un grupo de unos seis niños observó la protesta.
“Ellos son parte de una familia en Gaza que me acogió”, contó la médico especialista en pediatría, “pasé dos semanas allí como parte de una misión y ellos querían ver lo que pasa aquí, se sienten apoyados”.
Odeh subió a la tarima y, con el teléfono en la oreja, repitió las palabras de Mohammed, de 15 años, al otro lado del mundo: “Quiero decirles lo orgulloso que estoy; su voz envía un mensaje poderoso”.
“Dicen que están escuchando pero traen a la policía”
Además de expresar un sentimiento de rechazo a la guerra, los universitarios buscan también con las protestas una serie de objetivos definidos: forzar a su alma máter a romper lazos financieros con empresas que venden armas a Israel.
Los centros de educación superior en EE.UU. se financian con dinero público, matrículas y donaciones. Con estas últimas, las instituciones invierten en una serie de activos, desde bonos a acciones en compañías privadas, para obtener más capital.
En concreto, los estudiantes están pidiendo a la Universidad de Texas (UT) que deje de invertir en empresas fabricantes de armas y equipos militares como Lockheed Martin, Raytheon, General Dymanics y Boeing.
Roger Reeves, un profesor de literatura en UT que ha estado involucrado en el movimiento propalestina, contó a EFE que la presidencia de la universidad ha decidido “escuchar” a los miembros de la facultad, pero no se ha comprometido a negociar.
“Ellos dicen que escuchan, pero a la vez están invitando a la policía a ocupar el campus universitario”, subrayó el académico.