La crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado un nivel catastrófico. Organizaciones internacionales, grupos de derechos humanos y agencias de las Naciones Unidas han advertido repetidamente sobre la hambruna, las enfermedades y el sufrimiento masivo como resultado del continuo bloqueo israelí a la Franja de Gaza. Las acusaciones más alarmantes ahora sugieren que Israel no solo está fallando en proporcionar ayuda humanitaria, sino que la está obstruyendo activamente, utilizando el hambre como arma de guerra.
Desde marzo de 2025, el gobierno israelí ha endurecido significativamente sus restricciones a la entrada de ayuda en Gaza, alegando motivos de seguridad y la continua retención de rehenes por parte de Hamas. Sin embargo, estas justificaciones han sido duramente criticadas por organizaciones humanitarias, que sostienen que las medidas constituyen un castigo colectivo para más de dos millones de palestinos, la mayoría de los cuales son civiles, incluidos cientos de miles de niños.
Los convoyes de ayuda que transportan alimentos esenciales, agua, suministros médicos y combustible han sido regularmente retrasados, rechazados o redirigidos a través de canales controlados por Israel que limitan drásticamente la cantidad y la velocidad de entrega. El resultado ha sido devastador. Según la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC) de las Naciones Unidas, alrededor del 20 % de la población de Gaza enfrenta actualmente condiciones de hambruna. Imágenes y testimonios que emergen de la región muestran a familias sobreviviendo con un puñado de lentejas, leche en polvo o pasta rancia, mientras otros intentan hornear pan sin harina o cocinar sobre fuego de basura por falta de combustible.
La situación en los puntos de distribución de ayuda es igualmente sombría. A medida que aumenta la desesperación, se han producido estampidas y episodios de violencia en colas abarrotadas. En Rafah, una estampida provocada por una entrega limitada de ayuda habría causado la muerte de varias personas. La falta de infraestructura, control de multitudes y suministros suficientes ha convertido lo que deberían ser líneas de vida en trampas mortales.
La condena internacional no se ha hecho esperar. Human Rights Watch ha calificado las acciones de Israel como una violación del derecho internacional humanitario, afirmando que la retención intencional de alimentos y medicinas a una población civil equivale al uso del hambre como método de guerra. Amnistía Internacional ha respaldado estas afirmaciones, y la Corte Internacional de Justicia ha instado a Israel a tomar medidas “inmediatas y efectivas” para facilitar la ayuda humanitaria. A pesar de estos llamados, poco ha cambiado en el terreno.
En uno de los intentos más visibles de desafiar el bloqueo, un barco humanitario con bandera británica llamado Madleen intentó llegar a Gaza con ayuda simbólica. A bordo se encontraba la activista climática Greta Thunberg, junto a otros defensores de la paz y los derechos humanos. La marina israelí interceptó la embarcación en aguas internacionales y detuvo a la tripulación. Aunque más tarde se prometió que la ayuda sería entregada a través de canales israelíes, los activistas sostienen que la incautación formó parte de una campaña más amplia para suprimir la visibilidad del sufrimiento dentro de Gaza y castigar a quienes intentan romper el silencio.
Thunberg fue deportada a París poco después de su detención, resaltando la ironía de que una de las voces más firmes contra las emisiones de la aviación se vio obligada a viajar en avión tras su protesta pacífica en el mar. Los activistas restantes que se negaron a ser deportados siguen detenidos, en espera de audiencias en tribunales israelíes.
La tragedia que se desarrolla en Gaza no es simplemente un desastre natural ni un daño colateral del conflicto; es, según muchos, una elección política. Al restringir severamente el flujo de ayuda humanitaria, Israel ha recibido duras críticas por no cumplir con sus responsabilidades bajo el derecho internacional. El bloqueo no solo asfixia los suministros, sino que también envía un mensaje: que la necesidad humanitaria puede subordinarse a la estrategia militar y política.
Mientras la comunidad internacional observa, el imperativo moral se vuelve evidente. Prevenir la hambruna y proteger a los civiles no es opcional en tiempos de guerra: son obligaciones. Cada día que se bloquea la ayuda, se pierden más vidas. La pregunta ahora es si el mundo actuará antes de que sea demasiado tarde.

