Por Andrés Oppenheimer
Cuando me senté a hablar con el aspirante demócrata Julián Castro poco después de que llegó a Miami para el primer debate de los candidatos demócratas, lo miré con cierto escepticismo cuando dijo que los latinos saldrán masivamente a votar y contribuirán decisivamente a la derrota del presidente Donald Trump en 2020.
¿De veras lo cree? Porque nos dijeron lo mismo antes de las elecciones presidenciales de 2016, y no sucedió, le señalé.
La participación hispana en las elecciones del 2016 fue decepcionante, considerando que Trump había hecho una campaña casi abiertamente racista. Trump había descrito a la mayoría de los migrantes mexicanos como criminales y violadores, y había afirmado que un juez nacido en Estados Unidos no era apto para administrar justicia en el caso de las acusaciones de fraude contra Trump University porque “es mexicano”.
Pero Castro, quien fue secretario de Vivienda y Asuntos Urbanos en la administración de Barack Obama y ex alcalde de San Antonio, citó varias razones por las que esta vez debería ser diferente.
Primero, dijo, más latinos se están inscribiendo para votar, y en un mayor número de estados que en las elecciones de 2016.
“Lo que vimos en las elecciones intermedias de 2018 fue que el voto latino aumentó mucho en comparación con las elecciones intermedias del 2014. Y creo que en las elecciones presidenciales del 2020 el voto latino va ser mucho mayor que en las presidenciales del 2016”, me dijo Castro.
De hecho, un informe de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Elegidos y Designados (NALEO), basado en datos del Censo de Estados Unidos, mostró que el 40 por ciento de los ciudadanos latinos votaron en las elecciones intermedias de 2018, contra un 27 por ciento que lo hicieron en las elecciones intermedias del 2014.
En segundo lugar, a diferencia de las elecciones presidenciales anteriores, “me alegra ver que el Comité Nacional Demócrata se está comprometiendo a comenzar temprano” su campaña de inscripción de votantes latinos, me dijo Castro. El Partido Demócrata debe acercarse a los latinos los 365 días del año, y “no sólo unos meses antes de la elección”, agregó.
En tercer lugar, los demócratas tendrán una ventaja en el 2020 con los votantes latinos, porque “Donald Trump ya no es una amenaza teórica. Ya tiene un historial real”, me dijo Castro. “Ha sido un terrible fracaso en lo que hace a la comunidad latina”.
Entre otras cosas, Trump tiene un historial de separar a los niños migrantes de sus padres, de encerrarlos en jaulas con las luces encendidas durante toda la noche, y de negar el derecho a pedir asilo a personas desesperadas de Honduras, El Salvador y Guatemala.
Pero Trump está trabajando arduamente para obtener al menos una parte del voto latino, especialmente en Florida, un estado clave. Casi no pasa una semana sin que algún funcionario de alto rango del gobierno de Trump venga a Miami para eventos organizados con votantes cubanoamericanos y venezolanos.
Aún así, casi el 63 por ciento de los votantes hispanos a nivel nacional planean votar por quien sea elegido como el candidato demócrata, mientras que sólo el 18.6 por ciento piensa votar por Trump, y el 18.7 por ciento permanece indeciso, según una nueva encuesta de Univision.
Ese 18.7 por ciento de los votantes latinos indecisos es una de las razones por las que sacudí la cabeza con escepticismo cuando Castro citó sus razones para creer que los latinos serán clave para derrotar a Trump. Es un porcentaje bastante alto, considerando los insultos que Trump ha lanzado contra los latinos, y las personas que, según él, vienen de “países de m….”.
Y, a juzgar por lo que veo en Miami, la campaña de Trump está mucho más activa que la de los demócratas entre los hispanos de la Florida.
Castro puede estar en lo cierto al decir que los latinos votarán en cifras récord en 2020, pero seguiré siendo escéptico hasta que vea que los demócratas están siendo más activos para cortejar el voto hispano.
Si siguen descuidando al bloque de votantes latinos, como lo hizo Hillary Clinton en 2016, el voto latino seguirá siendo un “gigante dormido” en el 2020, y Estados Unidos seguirá teniendo al presidente más moralmente cuestionable de su historia reciente por otros cuatro años.