Con la intención de dar a conocer el significado de la fecha del 4 de julio en Estados Unidos, al cumplirse un año más desde aquel día de 1776 en que se proclamó la independencia nacional.
No fue fácil la gestación de aquellos acontecimientos que, iniciados por motivos económicos de protesta de las trece colonias americanas dependientes de la corona inglesa por impuestos y trabas al comercio de importación y exportación, monopolios abusivos contra sus pobladores, impusieron sin consulta previa, el parlamento de Inglaterra y Jorge III, monarca en aquella fecha. Ello motivó a los dispersos colonos a reagruparse para defender sus intereses y llegar a constituir su Primer Congreso Continental, con representación genuina de los propios afectados, quienes reunidos en la ciudad de Filadelfia, en el salón de los Carpinteros, el 5 de septiembre de 1774 elevaron a la corona su Petición de Agravios reclamando sus derechos individuales y colectivos injustamente conculcados. La negativa del gobierno inglés para atender sus justas peticiones incrementadas y exacerbadas por medidas violentas tomadas por las autoridades coloniales, originaron las primeras víctimas y héroes anónimos de nuestra independencia. En efecto, las primeras acciones militares realizadas por el ejército regular inglés, provocaron el derramamiento de sangre americana en Lexington y Concord, así como posteriormente en Bunker Hill precipitando la declaración de guerra de los trece estados confederados a Inglaterra en su Segundo Congreso Continental, el 10 de mayo de 1775 y la designación de George Washington como generalísimo de las fuerzas patriotas americanas.
El genio indiscutido de nuestra máxima figura histórica, su carácter, tenacidad, espíritu de sacrificio y buen criterio, pudieron crear de la nada, la unidad de las ex- colonias, la organización militar de un ejército regular y la incipiente formación de un gobierno centralizado respetando las autonomías particulares de cada estado asociado, así como las posibilidades de obtener recursos económicos para poder sostener una lucha tan desigual entre un país en proceso de formación y una potencia mundial de primer orden como lo era Inglaterra a fines del siglo XVIII.
Las batallas ganadas por Washington en Trenton (12/26/76), Princeton (01/03/77), Saratoga (10/17/77), y Yorktown (10/17/81), consolidaron nuestra independencia a costa de grandes sacrificios. Es por todo ello y con sobrada razón que los ciudadanos se referían a él “como el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de sus conciudadanos”.
Gracias a los esfuerzos titánicos de Washington y sus colaboradores de similar estatura como Jefferson, Hamilton, Adams, Madison, Franklin, Gates, Arnold y muchos más que sería largo enumerar, así como a la corte y apoyo de Francia y España, enemigas entonces de Inglaterra, permitieron formalizar la declaración de nuestra independencia reconocida posteriormente por esta última mediante el Tratado de Paz de París, el 3 de septiembre de 1783, que marcó el término definitivo de la emancipación americana y el comienzo de la nueva república.
Terminada esta primera etapa bélica que consolidó la independencia, comenzaba una segunda y no menos difícil e incierta como fue la organización de un régimen político administrativo y jurídico que diera libertad sin anarquía; autoridad, jerarquía y disciplina sin caer en nepotismo o dictadura; justicia sin claudicaciones; igualdad de oportunidad sin coerción; autonomía regional sin desconocer un poder central; democracia y tolerancia con pleno respeto a los derechos humanos ajenos.
Toda esta conjunción de valores tan difíciles de hermanar debieron realizarse sin tener ejemplo o experiencia de nación alguna en ese entonces ya que los Estados Unidos era el único y primer país que pretendía implantar aquella nueva filosofía y organización en una sociedad en formación. No olvidemos que para esa época – 20 años antes- la Revolución Francesa, sus postulados y aplicaciones prácticas estaban aún en la mente teórica de los filósofos, enciclopedistas y eruditos que no imaginaban cómo traducirlas a la realidad.
Así, los Estados Unidos son pioneros en la implantación de la era moderna y de toda una nueva civilización que después sirvió de ejemplo para la gesta de la independencia de todos los otros estados americanos desde México, nuestro vecino, hasta Chile y Argentina en los confines de la América del Sur. Nuestra experiencia sirvió también para consolidar y dar viabilidad a la implantación práctica de la filosofía de la nueva revolución en Francia en 1789 y su ulterior irradiación sobre todo el resto del mundo. Curiosamente los Estados Unidos captaron y aplicaron prácticamente las teorías revolucionarias de libertad, igualdad, fraternidad y democracia venidas de Europa devolviendo a ella su filosofía convertida en realidad tangible y posible.
Sin la gesta americana plasmada el 4 de julio de 1776 seguramente el proceso histórico renovador y revolucionario se habría visto retrasado y estancado por varias décadas o quizás más, consolidando sistemas caducos de imperialismos, colonialismos y autocracias que usufructuaban aprovechando la debilidad, ignorancia y atrasos de otros pueblos sin visión y posibilidades de cambios profundos en su mentalidad, estructura y organización.
La implantación de la democracia, el Sistema Republicano, la autonomía de los estados dentro de un régimen federal y la división de poderes del gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial), permitió a nuestra patria, la apertura de sus fronteras tolerantes y libertarias a millones de personas que de todas las latitudes del mundo emigraron desde los albores del siglo XIX hasta nuestros días. Por razones políticas, religiosas, económicas, sociales, raciales y culturales, no menos de 80,000,000 de inmigrantes europeos, africanos, asiáticos e hispanoamericanos han llegado en los últimos ciento cincuenta años acogiéndose al generoso símbolo representado por la estatua de la libertad, los cuales al fusionarse e integrarse en nuestra gran nación, han contribuido para conformar este crisol de pueblos que constituyen hoy en día, los Estados Unidos de América.
No todo ha sido fácil en el devenir histórico de nuestra Independencia para llegar a ser lo que somos en la actualidad: la primer potencia mundial.
Diversos conflictos bélicos fueron precisos para consolidar nuestra nacionalidad y sus fronteras, así como una sangrienta revolución, la Guerra de Secesión de 1861 a 1865, para sancionar y erradicar en forma absoluta y definitiva la esclavitud y proclamar la igualdad del hombre sin distingos de razas, credos u opiniones. Participamos también en guerras externas para conservar y ratificar los principios e intereses que conllevan a la libertad y democracia luchando fuera de nuestras fronteras y del continente.
No podemos vanagloriarnos de haber sido siempre justos y perfectos, hemos tenido errores y aún nos queda mucho camino por recorrer para poder identificarnos como los mejores dentro de la humanidad y de los postulados de nuestra sabia y amplia Constitución, sus leyes y reglamentos pero, con fe, entusiasmo y sacrificio, preguntando, como decía ciertamente J. F. Kennedy, “No lo que pueda hacer este país por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por él” seguiremos avanzando guiados por el ejemplo de nuestros próceres, estadistas y dirigentes que dieron el 4 de julio de 1776 la independencia nacional.
EL PERIODICO U.S.A. en su versión de semanario impreso y diario digital en lengua hispana al servicio de Texas, y representante de la vasta comunidad de ciudadanos hispanoamericanos integrados a nuestra nación, se asocia a esta fecha tan significativa con la convicción que ella sirva también como punto de partida para que dicha comunidad pueda aportar, conservar y acrecentar su integración sin renunciar a su lengua y tradición vernácula como tampoco verse afectada por discriminaciones de ninguna especie como sabiamente lo instituye y ordena nuestra Constitución y el espíritu de sus leyes. Su gravitación dentro del conjunto de nuestra nación se acrecienta día con día y sería torpe e injusto desconocer la importancia que significa el aporte integral de su cultura hispanoamericana.