Este año habrá elecciones presidenciales en Chile, Perú, Ecuador, Nicaragua y Honduras, así como elecciones legislativas en México y Argentina. Y hay un creciente consenso en círculos financieros y diplomáticos de que este ciclo electoral podría inclinar a América Latina hacia el populismo de izquierda.
Si eso sucede (hay algunas razones para creer que no pasará, como explicaré más adelante), sería una mala noticia para el Presidente electo Joe Biden. Haría que Biden tenga que lidiar con un clima político menos amigable con Estados Unidos de lo que le tocó al presidente saliente Trump.
Aunque Trump ignoró a América Latina y visitó apenas una sola vez la región durante su mandato, tuvo la suerte de coincidir durante gran parte de su gestión con presidentes amigos de Estados Unidos en Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Ecuador. Puede que Biden no tenga esa suerte.
Alejandro Werner, el director del departamento de América Latina del Fondo Monetario Internacional (FMI), no llegó tan lejos como para predecir un ascenso de la izquierda cuando lo entrevisté recientemente. Pero me dijo que el próximo ciclo electoral está creando “incertidumbre” política, lo que podría inhibir las inversiones y frenar el crecimiento económico.
Otros observadores regionales son más explícitos. Dicen que la recesión económica por la pandemia de COVID-19 ha empujado a millones de personas a la pobreza, y que eso ha generado un sentimiento anti-sistema que se reflejará en las urnas.
Daniel Kerner, jefe del departamento latinoamericano de Eurasia Group, una consultora de riesgo político con sede en Nueva York, dice que el clima político actual en Chile, Perú y Ecuador ayudará a los candidatos opositores.
“Dado que vimos un giro a la derecha en años anteriores, yo creo que los votantes ahora van a traer a la izquierda”, me dijo Kerner.
Asimismo, Marta Lagos, directora de la empresa encuestadora Latinobarómetro con sede en Santiago, Chile, me dijo que las elecciones de este año serán un terreno fértil para los “candidatos populistas y antisistémicos”.
Ecuador, Perú, Chile y Honduras tienen actualmente gobiernos de centro o centro derecha, y tendrán sus elecciones presidenciales respectivamente el 7 de febrero, el 11 de abril, el 21 de noviembre y el 28 de noviembre. Nicaragua también tendrá elecciones presidenciales en noviembre, pero el dictador izquierdista Daniel Ortega no está permitiendo elecciones libres, y lo más probable es que se reelija.
Sin embargo, también hay razones para argumentar que no habrá tal marea izquierdista en la región.
En primer lugar, Chile y Perú tienen elecciones de segunda vuelta. Si bien un candidato populista de izquierda podría ganar la primera vuelta, muchos anticipan que sería derrotado por uno de centro o de centro derecha en la segunda vuelta.
En Ecuador, un aliado del ex presidente populista Rafael Correa lidera las encuestas, pero puede que tenga que ir a una segunda vuelta si no gana la primera ronda con el 40 por ciento de los votos y un margen del 10 por ciento de ventaja sobre su rival más cercano. Correa ha sido condenado en ausencia a 8 años de prisión por actos de corrupción masiva.
En segundo lugar, gran parte del futuro político de la región dependerá de la economía, y es posible que veamos una recuperación económica más rápida que la anticipada.
Están para llegar las vacunas contra COVID-19 y los precios mundiales de la mayoría de los productos básicos sudamericanos, incluido el petróleo, están subiendo más de lo esperado. Y un debilitamiento probable del dólar estadounidense facilitará un poco a los países latinoamericanos el pago de sus deudas externas.
En tercer lugar, los partidos de izquierda en Chile y Perú están más divididos que los partidos de derecha, lo que podría perjudicarlos en una segunda vuelta.
Pero una cosa parece clara: Biden tendrá que lidiar con un nuevo grupo de presidentes latinoamericanos. Y puede que algunos de ellos no sean tan amigos de Estados Unidos como sus antecesores.