Las políticas antiinmigrantes del presidente Donald Trump están perjudicando a Estados Unidos de muchas formas, pero uno de sus impactos secundarios más negativos –y menos comentado en la prensa– es una gran caída en el número de estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses.
Según datos del Departamento de Estado, el número de visas para nuevos estudiantes extranjeros disminuyó de 677,928 en 2015, el año anterior a la elección de Trump, a 389,579 en 2018. La cifra, parte de los casi 1.1 millón de estudiantes extranjeros en el país, es una disminución del 42% en nuevos matriculados desde que Trump asumió el cargo.
Es una tendencia desastrosa para el futuro de Estados Unidos, por razones que van mucho más allá de los $39,000 millones anuales que los estudiantes extranjeros contribuyen a la economía estadounidense, o de los 455,000 empleos que generan en el país, según la Asociación Nacional de Educadores Internacionales.
Los estudiantes extranjeros no son una de las industrias de exportación de servicios más lucrativas de Estados Unidos, sino uno de los pilares del liderazgo estadounidense en investigación científica e innovación.
No es necesario hacer una búsqueda en Google de la cantidad de ganadores del Premio Nobel de Estados Unidos que nacieron en otro país y estudiaron aquí. Basta visitar cualquier laboratorio científico de cualquier universidad para sorprenderse de la cantidad de científicos extranjeros que tienen.
Mi esposa es una científica en el Departamento de Neurología de la Universidad de Miami y, como en la mayoría de las principales universidades de EEUU, más del 70% de sus compañeros de trabajo con doctorados universitarios son chinos, europeos o latinoamericanos. Al igual que otros inmigrantes en el extremo inferior del tótem laboral, los científicos extranjeros con estudios de posgrado realizan trabajos que muchos graduados estadounidenses no quieren hacer, porque pueden ganar mucho más dinero trabajando para compañías farmacéuticas en el sector privado.
“Desafortunadamente, las inscripciones de estudiantes internacionales están disminuyendo debido a los largos retrasos en las visas, las denegaciones y la retórica antiinmigrante”, me dijo en un correo electrónico el congresista Eliot L. Engel (D-NY), presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
A corto plazo, los estudiantes extranjeros son una de las industrias de exportación de servicios más rentables de Estados Unidos. Los estudiantes extranjeros también mejoran la experiencia educativa de los estudiantes estadounidenses, y ayudan a subsidiar la matrícula que pagan de los estudiantes estadounidenses, porque la mayoría de los extranjeros pagan por sus estudios.
A mediano plazo, la disminución de estudiantes extranjeros podría ser “devastadora” para el liderazgo de Estados Unidos en ciencia y tecnología, dice el presidente de la Universidad de Miami, Julio Frenk.
“Muchos de los estudiantes extranjeros más talentosos se quedan aquí para hacer estudios de posgrado y luego se quedan a formar parte del aparato de investigación científica”, me dijo Frenk. “Es una forma de reclutar a los grandes científicos que le han dado su ventaja competitiva a Estados Unidos”.
Y, contrariamente a lo que dicen quienes se quejan de la “fuga de cerebros” de otros países, los estudiantes extranjeros contribuyen a sus países de origen ya sea regresando con más conocimientos, o como profesores, o inversionistas.
Entre las razones de la disminución de los estudiantes extranjeros en Estados Unidos se encuentran los nuevos obstáculos administrativos impuestos por Trump, y un aumento en las tarifas de solicitudes para estudiar aquí. China es, con mucho, la mayor fuente de estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses, seguida de India, Corea del Sur, Arabia Saudita, Canadá y Vietnam.
Canadá, entre otros países, está haciendo todo lo posible para atraer a los estudiantes extranjeros que están dudando si ir a Estados Unidos. El número de estudiantes internacionales en las universidades canadienses aumentó de 492,545 en 2017 a 572,415 en 2018, según cifras del gobierno canadiense.
Estados Unidos está pagando un alto precio por las políticas de Trump para lograr que sus seguidores más xenófobos salgan a votar por él en 2020. Es una política estúpida, y ya está teniendo consecuencias negativas para todos.