Por Andrés Oppenheimer
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, merece aplausos por su proyecto de ley para imponer una prohibición nacional a las bolsas de plástico y ayudar así a salvar los océanos cada vez más contaminados del mundo. ¡Es una medida que deberían tomar todos los países!
Piñera hizo el anuncio esta semana, citando estudios que muestran que 8 millones de toneladas de residuos plásticos en el todo mundo van a parar a los océanos cada año, y que estas bolsas y botellas de plástico tardan unos 400 años en desintegrarse.
Eso está matando la vida marina y envenenando nuestra comida, porque los peces comen cada vez más partículas de plástico. Además, un gran número de focas, tortugas y peces mueren enredados en islas de basura plástica.
“Las bolsas de plástico están causando un daño grave a nuestra naturaleza, a nuestro medio ambiente y a nuestra salud”, dijo Piñera en su página de Facebook. Agregó que, los desechos plásticos han creado “una isla de bolsas plásticas del tamaño de un país como México” en las costas de Chile y Perú.
Si se aprueba el proyecto de ley de Piñera, cosa que líderes de los grupos ambientalistas chilenos me dicen que probablemente suceda, los supermercados y otras tiendas tendrán un año para dejar de usar bolsas de plástico desechables.
Piñera también merece aplauso por el hecho de que su proyecto de ley se construye sobre una propuesta de su predecesora y adversaria política, la ex presidenta Michelle Bachelet. La ex presidenta había presentado un proyecto de ley el año pasado que proponía prohibir el uso de bolsas de plástico en 102 ciudades costeras.
¡Qué diferencia con el desmantelamiento sistemático del presidente Trump de las políticas proambientales de su antecesor!
Trump no sólo se retiró del Acuerdo de París del Cambio Climático de 2016 y está tratando de anular las medidas de Obama para reducir las emisiones de gases y el kilometraje de los automóviles, sino que no está haciendo nada para desalentar el uso de bolsas de plástico. En Estados Unidos se usan más de 380 mil millones -sí, leyeron bien- de bolsas y envoltorios de plástico por año, según cifras de la agencia ambiental gubernamental EPA.
Además, Trump ha revertido un programa de la era de Obama que permitió que más de 400 parques nacionales estadounidenses prohibieran la venta de botellas de agua de plástico.
Las empresas de la industria de bebidas han luchado durante mucho tiempo contra la prohibición opcional de las botellas de plástico en los parques nacionales, que son visitados por unas 300 millones de personas por año.
Afortunadamente, las políticas de Trump están siendo contrarrestadas por medidas locales de cada vez más estados y ciudades de Estados Unidos, dice John Hocevar, biólogo marino del grupo ambientalista Greenpeace.
California ya ha prohibido las bolsas de plástico desechables, y Nueva York está debatiendo un proyecto de ley para hacer lo mismo. Ciudades como Austin, Texas, y Washington DC han impuesto tarifas a los compradores que reciben bolsas de plástico desechables, lo que ha reducido significativamente su uso.
Pero en otros estados, como Florida, muchas ciudades no hacen mucho para desalentar la contaminación plástica. En la cadena de supermercados Publix en Miami, el uso de bolsas de plástico es obsceno: las cajeras muchas veces usan más de diez bolsas de plástico por cliente.
En otras partes del mundo, Kenia, Marruecos y varios países europeos han prohibido o impuesto tarifas a las bolsas de plástico desechables. En América Latina, Buenos Aires y otras ciudades ya han prohibido que los supermercados entreguen bolsas de plástico.
“Aplaudimos la acción propuesta por Chile para prohibir las bolsas de plástico”, me dijo Julie Andersen, directora ejecutiva de Plastic Oceans Foundation. “Lamentablemente, el gobierno de Trump básicamente está destruyendo cualquier intento de iniciativas similares aquí en Estados Unidos”.
Estoy totalmente de acuerdo. Felicitaciones a Piñera por dejar de lado las rivalidades políticas internas y abrazar la causa de salvar los océanos. Y qué lamentable que Trump esté haciendo lo contrario, y poniendo obstáculos a los esfuerzos por detener la rápida destrucción de nuestro planeta.