Cuando el presidente Trump tuiteó el viernes que “no podemos permitir que nuestro país sea invadido por inmigrantes ilegales” y culpó al Partido Demócrata de difundir supuestas “historias falsas de tristeza y dolor”, no pude dejar de pensar en Jimena Valencia Madrid.
Jimena es la niña salvadoreña de seis años que fue separada de su madre en la frontera de Texas el 13 de junio como parte de la nueva política de “cero tolerancia” con los migrantes de Trump, y ubicada en un centro de detención de la Patrulla Fronteriza en Phoenix.
Afortunadamente para Jimena, su voz fue escuchada por todo el mundo gracias a un audio grabado secretamente y obtenido por la red de periodistas Pro-Publica. En la grabación, se pueden escuchar a niños de 4 a 10 años separados de sus padres llorando inconsolablemente y pidiendo por sus padres. “¡Mami!”, “¡Papi!”, gritan.
Y entre los sollozos, se puede escuchar la voz de Jimena rogándole a sus cuidadores que llamen a su tía en Houston, cuyo número había memorizado y repetía constantemente en español. Poco antes de cruzar la frontera, su madre la había obligado a memorizar ese teléfono.
Gracias a que Jimena pudo recordar el teléfono de su tía y fue grabada en ese momento, evitó perderse en la maraña burocrática que ha separado a más de 2,300 niños inmigrantes de sus padres.
¿Pero qué pasará con los niños que no recuerdan los números de teléfono de algún pariente, o que incluso son demasiado pequeños para saber sus apellidos o direcciones?
Bajo presión, Trump firmó la semana pasada una orden ejecutiva que revirtió su propia política de separación forzosa de familias de inmigrantes indocumentados. Pero no está claro si su orden ejecutiva cubrirá a estos 2,300 niños.
¿Cuál fue el crimen de Jimena? ¿Acaso eran terroristas sus padres? ¿Su madre, Cindy, merecía ser encerrada y separada de su niña por tratar de buscar asilo en Estados Unidos?
Por supuesto no. Al igual que muchos refugiados salvadoreños, guatemaltecos y hondureños, huía de uno de los países más violentos del mundo. En algunas ciudades de América Central, si no pagas dinero de protección ni cooperas con las pandillas, te matan, o matan a tu hija.
Bajo los gobiernos de Obama y Bush, la mayoría de los solicitantes de asilo eran atrapados y liberados -muchos de ellos con brazaletes electrónicos- hasta sus audiencias de asilo. Casi la totalidad de ellos se presentaba a sus audiencias en la corte.
Lo más escandaloso de la cruzada de Trump contra los inmigrantes es que se trata de un gran engaño.
Contrariamente a lo que Trump dice todos los días, no hay una crisis de inmigración. La inmigración ilegal, aunque subió marginalmente en los últimos meses, es mucho más baja de lo que era hace años.
Las aprehensiones de la Patrulla Fronteriza, que son un buen medidor de los flujos de inmigración ilegal, han disminuido de 1.7 millones en 2000 a 310,000 el año pasado.
Y en un momento en que la economía del país está creciendo y el desempleo está en un mínimo histórico del 3.9 por ciento, no hay un peligro significativo de que los extranjeros le quiten empleos a los estadounidenses.
Por el contrario, si uno habla con cualquier propietario de un hotel o restaurante, o con alguien en el rubro de la construcción, la mayoría dirá que hay escasez de personal.
Y, finalmente, no es cierto que, como afirma Trump, los inmigrantes traigan el crimen a Estados Unidos. Por el contrario, la mayoría de los estudios muestran que los inmigrantes son menos propensos a cometer crímenes violentos que los estadounidenses nacidos en Estados Unidos.
Entonces, ¿qué hay detrás de la cruzada de Trump para construir un muro fronterizo, deportar a los jovenes “soñadores” y enjaular a quienes piden asilo?
Como buen demagogo, Trump está explotando para su propio beneficio político las ansiedades raciales de muchos estadounidenses blancos que resienten el hecho de que este país se está volviendo menos blanco de lo que solía ser.
Pero no deberíamos permitir que niñas como Alejandra sean víctimas de esta atrocidad. Cuando Trump diga que estas son “historias falsas”, deberíamos responderle: “Todos somos Jimena Valencia!”