El presidente Joe Biden merece un aplauso por haber mencionado a Cuba y a Venezuela como algunos de los países más autoritarios del mundo en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Era una referencia muy necesaria, aunque debería haber sido más contundente, y agregar a Nicaragua a su lista.
En su primer discurso ante las Naciones Unidas como presidente el martes, Biden dedicó gran parte de su discurso a enfatizar que apoyará la democracia y los derechos humanos en todo el mundo.
“El futuro pertenece a quienes le dan a su pueblo la capacidad de respirar libremente”, dijo. “Los autoritarios del mundo quieren proclamar el fin de la era de la democracia, pero se equivocan”.
Agregó que “el mundo democrático está en todas partes: vive en los activistas contra la corrupción, en los defensores de los derechos humanos, en los periodistas, en los manifestantes por la paz, en quienes están en la primera línea de la lucha en Bielorrusia, Birmania, Siria, Cuba, Venezuela y en todas partes”.
La breve mención a Cuba y Venezuela puede parecer inocua, pero significa mucho. Es un mensaje de que Estados Unidos no está ignorando a los casi 500 cubanos que permanecen en prisión o bajo arresto domiciliario luego de las masivas protestas antigubernamentales del 11 de julio en la isla, ni es indiferente a las víctimas de la represión política en Venezuela.
Para ponerlo en contexto, el expresidente Donald Trump también mencionó a Cuba y a Venezuela en su discurso del año pasado ante la ONU. Pero el expresidente Barack Obama no había mencionado la palabra “Venezuela” en sus dos últimos discursos anuales ante la ONU.
Asimismo, Biden merece crédito por el mensaje general de su discurso, que enfatizó el regreso de Estados Unidos al multilateralismo después de cuatro años del peligroso aislacionismo populista de Trump.
Biden afirmó con razón que, ya sea en la lucha contra la pandemia de COVID-19 o el cambio climático, “nuestro propio éxito está ligado al éxito de los demás”, y que bajo su gobierno Estados Unidos ha regresado al Acuerdo Climático de París, a la Organización Mundial de la Salud y a otras instituciones internacionales fundamentales para combatir los desafíos globales.
Pero Biden debería haber sido más explícito sobre los abusos de Cuba y Venezuela, y debería haber incluido a Nicaragua en su lista de dictaduras.
¿Por qué mencionó países como Birmania, Afganistán, Camerún y Sudán, y no Nicaragua? A menos que algún asistente ignorante haya eliminado la palabra “Nicaragua” de su discurso a último momento por razones de ahorro de espacio, no hay explicación para la ausencia de Nicaragua allí.
En relación con su población, Nicaragua es quizás el peor abusador de derechos humanos del continente. Más de 300 nicaragüenses murieron y 2,000 resultaron heridos por la policía y matones paramilitares en las protestas antigubernamentales de 2018, según la organización Human Rights Watch.
Biden también debería haber dedicado al menos un párrafo a la crisis venezolana. El desastre económico y político de Venezuela ha resultado en casi 6 millones de refugiados y migrantes en los últimos años, casi tantos como la crisis de refugiados sirios. Eso está agotando los recursos de los vecinos de Venezuela y amenaza con desestabilizar toda la región.
El presidente colombiano Iván Duque, quien habló poco después de Biden en la Asamblea General, fue mucho más explícito sobre Venezuela.
En su discurso, Duque se refirió a Venezuela como una “narcodictadura” y dijo que las conversaciones actuales entre el dictador venezolano Nicolás Maduro y la oposición serán inútiles a menos que conduzcan a elecciones presidenciales “libres, transparentes y con una minuciosa observación internacional“.
Biden debería haber incluido una línea similar, que habría ayudado a presionar a Maduro en un momento crítico en las negociaciones con la oposición.
En resumen, el multilateralismo de Biden es un gran progreso sobre el populismo narcisista de Trump, cuyas diatribas verbales contra Cuba y Venezuela eran socavadas por los propios abrazos del expresidente a los dictadores de Corea del Norte, Rusia y otros países.
Pero Biden necesita urgentemente a alguien en su gabinete que se interese por América Latina, y que le recuerde que también le debe prestar atención a su propio vecindario.