Los discursos de los presidentes de Brasil y Colombia en la jornada inaugural de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York el martes 24 de septiembre fueron patéticos.
Ambos condenaron a Israel por las guerras en Gaza y Líbano, hablaron sobre Ucrania y lamentaron la crisis política en Sudán. Sin embargo, ignoraron por completo una de las mayores crisis de refugiados del mundo que está teniendo lugar al lado de sus propios países: Venezuela.
Ni el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, ni su par colombiano, Gustavo Petro, denunciaron al dictador Nicolás Maduro por haberse robado las recientes elecciones de Venezuela, ni por sus asesinatos de miles de manifestantes pacíficos en los últimos años, ni por el éxodo masivo de unos 8 millones de venezolanos -más del 20% de la población – desde que asumió el poder en 2013.
La omisión de Venezuela por parte de Lula y Petro en sus discursos ante la ONU fue aún más ridícula si se considera que propusieron planes grandilocuentes para resolver las guerras en Ucrania y el Medio Oriente, como si ellos fueran actores importantes o tuvieran alguna influencia en esas partes del mundo.
Lula promocionó un plan conjunto de Brasil con China para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, que según el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, es totalmente favorable a Rusia.
Lula comenzó su discurso saludando a la delegación palestina en la asamblea, y – aunque mencionó que Hamás inició esta última ronda de hostilidades – culpó principalmente a Israel por la guerra contra los grupos terroristas palestinos que han estado pidiendo la aniquilación de Israel durante décadas.
Petro, a su vez, hizo un discurso aún más absurdo. El presidente colombiano, que ha sido acusado por funcionarios israelíes no sólo de ser antiisraelí sino antisemita, dedicó más tiempo a hablar de la guerra entre Israel y Hamás que de cualquier otro conflicto.
Petro acusó a Israel de llevar a cabo un supuesto “genocidio” en Gaza, sin decir que el grupo terrorista Hamás comenzó la guerra invadiendo Israel hace casi un año y asesinando a unos 1,200 civiles inocentes, entre ellos mujeres, bebés y 250 jóvenes que asistían a un concierto de música. Petro tampoco mencionó que Hamás ha estado atacando a Israel y pidiendo su destrucción durante muchos años.
Para crédito suyo, en su discurso ante la Asamblea General, el presidente Joe Biden mencionó a Venezuela al hablar de la necesidad de defender la libertad y la justicia en el mundo.
“Lo vimos, ese anhelo universal de derechos y libertad, en Venezuela, donde millones emitieron su voto por el cambio. No ha sido reconocido, pero no se puede negar. El mundo sabe la verdad”, dijo Biden, refiriéndose al fraude electoral de Maduro del 28 de julio.
El presidente de Argentina, Javier Milei, también mencionó a Venezuela en su discurso ante la Asamblea General, y arremetió contra las Naciones Unidas por permitir que “las dictaduras de Cuba y Venezuela” ocupen asientos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Asimismo, el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, dijo en su discurso que su país rechaza cualquier represión de la libertad y la justicia “como está sucediendo ahora mismo en Venezuela y Nicaragua”.
Irónicamente, ningún otro país del mundo se ha visto más afectado por el éxodo de migrantes venezolanos que Colombia y Brasil. Más de 2.4 millones de venezolanos han huido a Colombia y más de 500,000 a Brasil en los últimos años, según cifras de la ONU.
La líder de la oposición venezolana, María Corina Machado, me dijo en una entrevista reciente que “tres, cuatro, cinco millones de venezolanos más” podrían huir a países vecinos si no hay esperanzas de que se restablezca la democracia en Venezuela. Las solicitudes de asilo de venezolanos en Brasil han aumentado un 25% desde el reciente fraude electoral de Maduro.
En lugar de tratar de resolver conflictos en países lejanos que apenas conocen, Lula y Petro deberían haber pedido que se renueven los esfuerzos para restaurar la democracia en Venezuela, que es la mayor catástrofe humanitaria de América Latina en la historia reciente, y está afectando a sus respectivos países más que cualquier otro conflicto global.