La afirmación del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de 66 años, de que no ha tenido una cuenta bancaria en varias décadas y que nunca ha tenido una tarjeta de crédito plantea una pregunta inquietante: ¿puede alguien que no tiene una cuenta bancaria ni una tarjeta de crédito entender cómo funciona la economía?
No estoy tratando de ser gracioso, porque lo que está pasando en México es trágico. El analfabetismo económico de López Obrador está hundiendo la economía y amenaza con provocar una mayor fuga de capitales, mayor pobreza y nuevas oleadas de migración a Estados Unidos.
Según las nuevas estimaciones del Banco Mundial, se proyecta que la economía de México caerá un 7.5% este año, y se recuperará sólo un 3% el próximo año. Esa es una caída mayor que la de la mayoría de los demás países latinoamericanos.
López Obrador, quien critica a diario las políticas “neoliberales” de sus predecesores, había prometido durante su campaña electoral producir tasas de crecimiento del 4% anual. En cambio, incluso antes de la crisis del COVID-19, sus políticas económicas habían llevado a un crecimiento cero el año pasado, después de muchos años de crecimiento mediocre pero positivo.
Pocos días atrás, López Obrador repitió su frecuente afirmación de que, a diferencia de sus predecesores, no es corrupto ni le importa el dinero.
“No tengo dinero en bancos, no tengo cuentas bancarias, nada más donde me pagan y eso lo administra (mi esposa) Beatriz”, agregando que no ha tenido una cuenta bancaria en los últimos 30 años. Agregó que “yo no tengo tarjetas de crédito. Nunca he tenido”.
López Obrador ha hecho un culto de su austeridad. Comenzó su carrera como activista estudiantil (le tomó 14 años recibir su licenciatura en ciencias políticas) y ocupó varios puestos políticos, incluyendo el de jefe de gobierno de la Ciudad de México. Que se sepa, nunca tuvo un trabajo en el sector privado.
Los primeros grandes errores de López Obrador como presidente incluyeron cancelar un proyecto de expansión del aeropuerto de Ciudad de México de $13,000 millones que estaba en curso, y cuya cancelación obligó al gobierno a pagar miles de millones en reparaciones a los contratistas.
López Obrador todavía está apostando a impulsar la economía invirtiendo en el monopolio estatal petrolero Pemex, a pesar de la caída mundial de los precios del petróleo. Incluso Arabia Saudita ha anunciado un plan para dejar de depender del petróleo en 2030.
Más recientemente, cuando la crisis de COVID-19 paralizó la economía mundial, López Obrador se diferenció de otros mandatarios al negarse a dar préstamos de emergencia a grandes empresas para que puedan pagarle a sus trabajadores durante la cuarentena. México sólo ha otorgado microcréditos a algunas empresas y subsidios directos en efectivo a los pobres.
Según un estudio del director del Centro Mexicano de Educación y Estudios Sociales, Miguel Szekely Pardo, la crisis actual de México puede crear alrededor de 12.2 millones de nuevos pobres durante el sexenio de López Obrador, que termina en el 2024.
Algunos malpensados sospechan que a López Obrador no le importa aumentar la pobreza, porque eso aumentaría su control político a través de subsidios directos a los pobres. Yo me inclino a pensar que el derrumbe económico de México se debe más que nada a la ignorancia de López Obrador sobre cómo funciona la economía.
“López Obrador maneja la economía como si fuera una pequeña tienda de pueblo que sólo opera con efectivo”, me dijo Alberto Bernal, jefe de investigaciones económicas de XP Securities. “No entiende el sistema bancario. No entiende el efecto multiplicador de los depósitos bancarios. No entiende nada”.
Ahora que está cayendo la economía, López Obrador está haciendo lo que hacen los populistas de todas las tendencias, desde el presidente Donald Trump hasta el venezolano Nicolás Maduro: está culpando a la oposición.
Sería genial que alguien pudiera darle un curso intensivo de economía básica y decirle que no hay ningún mérito en no tener una cuenta bancaria ni una tarjeta de crédito. Todavía le quedan cuatro años antes para completar su mandato: es tiempo suficiente para aprender cómo la inversión privada genera crecimiento y reduce la pobreza.