Washington, (EFE).- El presidente estadounidense, Donald Trump, cumple el jueves un mes en la Casa Blanca con un ritmo frenético y con una posición más consolidada que en su primer mandato, lo que le está permitiendo redibujar el país a su medida y aplicar una política exterior transaccional, desafiando a los aliados tradicionales de Washington mientras se acerca a Rusia.
Trump ha impuesto un control férreo sobre el Ejecutivo, dejando atrás los retrocesos constantes de su primer mandato. Con el respaldo de magnates tecnológicos, los ‘tech bros’, como Elon Musk, ha conseguido gobernar a golpe de orden ejecutiva, dejando al Congreso en un segundo plano.
Desde que regresó a la Casa Blanca en enero de 2020, ha firmado 68 órdenes ejecutivas, una cifra sin precedentes en los últimos 40 años.
Estas medidas buscan, en muchos casos, expandir los poderes del Ejecutivo con intentos, por ejemplo, de revocar la ciudadanía por nacimiento a los hijos de inmigrantes indocumentados -un derecho consagrado en la Constitución-, congelar el gasto federal y clausurar varias agencias gubernamentales.
Los republicanos, que controlan ambas cámaras del Congreso, apenas han mostrado resistencia. El partido es muy distinto al que recibió a Trump en 2017 y ahora cualquier legislador teme desafiar al presidente por miedo a perder el escaño frente a un candidato respaldado por él en el proceso de primarias.
‘Inundar la zona’
El ritmo de Trump es arrollador, y los demócratas, en minoría en ambas cámaras, aún buscan cómo responder.
A diferencia de su primer mandato (2017-2021), esta vez Trump ha implementado con mayor precisión una estrategia ideada por el ultraderechista Stephen Bannon, conocida como ‘flood the zone’ (inundar la zona), que consiste en abrumar a la oposición y a los medios con un alud de acciones que les impide reaccionar a tiempo.
Para cambiar el rostro de EE.UU., Trump ha eliminado programas destinados a promover la diversidad, la equidad y la inclusión de diversos colectivos, y ha iniciado una ofensiva contra los transexuales, prohibiendo que las mujeres trans compitan en deportes femeninos.
Además, con su reconfiguración de la Administración pública, Trump está intentando desmantelar lo que ha denominado en varias ocasiones como ‘deep state’ (Estado profundo), al que responsabiliza de los fracasos durante su primer mandato.
De esa forma, con Musk al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), ha recortado fondos a organizaciones clave, como la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB, en inglés), creada tras la crisis financiera de 2008 para proteger a los consumidores de prácticas abusivas.
Expansionismo con aislacionismo
En el plano internacional, Trump ha vuelto a dinamitar la política exterior estadounidense, desbaratando los esfuerzos de su antecesor, Joe Biden, por reinstaurar a EE.UU. como ‘faro’ de la democracia mundial y revitalizar sus alianzas tradicionales, especialmente con Europa.
En este primer mes, Trump ha demostrado que es difícil encasillarlo en ideologías tradicionales. No teme combinar ideas aislacionistas, como los aranceles, con ambiciones expansionistas, amenazando con tomar el control de Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá.
Todo le vale mientras cumpla con su lema de poner a ‘EE.UU. primero’ y su deseo de imponer la “paz a través de la fuerza”, una fórmula rescatada de la época de Ronald Reagan en los años 80 y que Trump ha adaptado a su ‘realpolitik’.
Su estilo, sin embargo, es puramente transaccional, aplicando a la política los principios que aprendió en el mundo de los negocios inmobiliarios. Su objetivo es que EE.UU. siempre salga ganando, aunque ello implique sacrificar alianzas, y no duda en poner condiciones para lograrlo, como su exigencia a Ucrania de ceder recursos naturales a cambio de ayuda militar.
Famoso por su libro ‘The Art of the Deal’ (‘El arte de la negociación’), Trump ha intentado en menos de un mes alcanzar la paz tanto en Ucrania como en Gaza.
En Ucrania, ha roto el frente unido que EE.UU. y la UE mantuvieron contra Rusia durante los tres años de guerra y ha optado por negociaciones directas con Moscú, excluyendo al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a quien ha llegado a insultar abiertamente, llamándole “dictador”.
En Gaza, ha propuesto que EE.UU. tome el control del enclave para transformarlo en un desarrollo inmobiliario que ha denominado la “Riviera de Oriente Medio”, sin que los palestinos desplazados tengan derecho a regresar, una idea que ha provocado el rechazo de los aliados tradicionales de Washington en la región, como Egipto, Jordania y Arabia Saudí.
Con esta postura, Trump ha dejado claro que, en su segundo mandato, no habrá titubeos: su estrategia será presionar a todos, tanto dentro como fuera de EE.UU., para imponer su voluntad.