En un momento en que muchos presidentes democráticamente electos se codean alegremente con tiranos en nombre del pragmatismo, el presidente electo de Uruguay ha decidido no invitar a ningún dictador a su ceremonia de inauguración el 1ro de marzo. ¡Felicitaciones!
Cuando leí sobre esto en los medios uruguayos, llamé al presidente electo uruguayo Luis Lacalle Pou, de 46 años, para confirmar el informe.
“Sí, es cierto. Hemos tomado esta decisión de no invitar a los (jefes de) gobiernos de Venezuela, de Cuba y de Nicaragua”, me dijo Lacalle Pou en una entrevista. “Es una decisión personal, de la cual me hago cargo”.
Se trata de una decisión muy meritoria que contrasta con lo que han venido haciendo varios otros presidentes recientemente.
El presidente Donald Trump posó en fotos sonrientes con el tirano de Corea del Norte, Kim Jong-un, dándole una legitimidad de facto que durante mucho se le había negado (y, para peor, a cambio de nada).
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recibió al dictador venezolano Nicolás Maduro en su inauguración de 2018 en la Ciudad de México. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, invitó al ministro de información de Venezuela, Jorge Rodríguez, a su toma de posesión en diciembre, a pesar de que el funcionario venezolano está en una lista negra de violadores de los derechos humanos a quienes se les prohíbe viajar a Estados Unidos y a varios otros países.
Lacalle Pou, quien liderará el primer gobierno de centro-derecha de Uruguay después de 15 años de gobiernos de centro-izquierda, me dijo que su decisión de no invitar a los gobernantes de Venezuela, Nicaragua y Cuba no debería afectar los lazos diplomáticos de su país con estas naciones. Uruguay invitará a los embajadores de Venezuela, Nicaragua y Cuba a su inauguración, agregó.
Históricamente, Uruguay, un país de sólo 3.5 millones de habitantes, ha desempeñado un papel relativamente importante en la política latinoamericana.
Es la sede del bloque comercial Mercosur de América del Sur, compuesto por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Los recientes presidentes izquierdistas de Uruguay habían generado titulares por no condenar categóricamente a la dictadura de Maduro, como lo han hecho docenas de países.
Cuando le pregunté qué otras cosas cambiará en la política exterior de su país, Lacalle Pou me dijo que Uruguay se retirará del llamado “Mecanismo de Montevideo”, una asociación del gobierno saliente de Uruguay con México que buscaba una mediación con el régimen venezolano. Los críticos del “Mecanismo de Montevideo” dicen que ese grupo no hizo más que apoyar tácitamente la agenda diplomática de Maduro.
El gobierno entrante de Uruguay está forjando lazos con el “Grupo de contacto de Venezuela” de Europa y con el “Grupo de Lima” de países latinoamericanos que buscan una restauración de la democracia en Venezuela, dice Lacalle Pou.
Lacalle Pou también me dijo que Uruguay buscará cambiar las reglas actuales del Mercosur, que no permiten a los países miembros firmar acuerdos bilaterales de libre comercio con países que estén fuera del Mercosur, como Estados Unidos. “Queremos que Mercosur sea más flexible”, me dijo Lacalle Pou.
Además, Uruguay cambiará sus reglas de inmigración para alentar a más extranjeros a convertirse en residentes e inversionistas en el país, señaló.
Actualmente, Uruguay exige que los extranjeros inviertan al menos $1.7 millones para obtener la residencia, y algunos grupos empresariales uruguayos le han pedido a Lacalle Pou que reduzca esa cifra a $500,000. El presidente-electo me dijo que esa cifra “no es descabellada”, pero que aún no ha tomado una decisión al respecto.
“Tenemos la intención de abrir nuestras fronteras para que miles y miles de personas vengan a residir a nuestro país”, me dijo.
Por supuesto, la decisión de Lacalle Pou de no invitar a los dictadores de Venezuela, Nicaragua y Cuba a su ceremonia inaugural es en buena parte una medida simbólica. Pero es un gesto importante que debería enviar un mensaje poderoso a todos los países: los déspotas deberían pagar un precio político por su condición de autócratas.
Si no convertimos a dictadores en parias diplomáticos, alentaremos tácitamente a más presidentes a burlar las reglas de la democracia. ¡Uruguay merece aplausos por recordarle esto al mundo!