Por Andrés Oppenheimer
¡Uauu! ¡Qué año tan loco ha sido éste! Si un guionista de Hollywood hubiera propuesto a principios de año una película en la que ocurrieran algunas de las cosas que pasaron en 2016, hubieran rechazado su proyecto por considerarlo un disparate total.
Imagínese si el guionista hubiera propuesto una película en la que un ambicioso presidente de Rusia y el director del FBI tomaban simultáneamente acciones que terminarían destruyendo la candidatura de la principal candidata presidencial de Estados Unidos, mientras la Casa Blanca estaba ocupada redactando normas para relajar las importaciones de ron y cigarros de Cuba. La trama hubiera sido considerada demasiado alocada hasta para Hollywood.
Y sin embargo, todo eso y mucho más ocurrió en la elección de Donald J. Trump, un magnate autoritario que no ha revelado sus declaraciones de impuestos y que será el primer presidente de su país con cero experiencia en el gobierno o en las fuerzas armadas. Y esa fue sólo una de las muchas cosas que desafiaron los pronósticos este año.
Fue el año en que Gran Bretaña votó para abandonar la Unión Europea, uno de los experimentos de prevención de guerras y progreso económico más exitosos de la historia moderna. Fue el año en que los colombianos votaron en contra de un referéndum de paz, contra los pronósticos de los encuestadores.
Fue el año en que las Naciones Unidas eligieron a Arabia Saudita, donde a las mujeres ni siquiera se les permite conducir, como miembro de su Consejo de Derechos Humanos, que entre otras cosas tiene la misión de defender los derechos de las mujeres.
Y, lo que es tanto o más absurdo, la Asamblea General de la ONU rindió un homenaje póstumo al fallecido dictador cubano Fidel Castro, un hombre que además de destruir la economía de su país, suprimió las libertades básicas y ejecutó a miles de personas.
Fue el año en que las noticias falsas, el fenómeno de la proliferación de noticias inventadas en Facebook, como la historia ficticia de que el Papa había apoyado a Trump, algo que junto con el hábito de Trump de inventar cosas llevaron a la peligrosa conclusión de que estamos entrando en la era de la “posverdad”, en la que la línea entre la realidad y la ficción es cada vez más borrosa.
Y fue el año de la tragedia de Aleppo en Siria, de los sangrientos ataques de los terroristas fundamentalistas islámicos en Niza y Berlín, y del asesinato del embajador de Rusia en Turquía por el policía que se suponía lo estaba protegiendo.
Frente a todo esto, muchos dicen que el mundo está yendo de mal en peor. Pero, de hecho, si miramos las cosas con perspectiva histórica, el mundo está cada vez mejor. Fíjense algunos de los datos publicados esta semana por ourworldindata.org:
– Pobreza: el porcentaje de personas que viven en la pobreza en todo el mundo ha disminuido del 94 por ciento en 1820 al 10 por ciento hoy. Las hambrunas, que eran una ocurrencia común hasta no hace mucho, son cada vez más raras hoy en día.
– Mortalidad infantil: mientras que el 43 por ciento de los niños morían antes de los cinco años en 1820, el porcentaje ha caído al 4 por ciento hoy.
– Expectativa de vida: La esperanza de vida se ha más que duplicado desde 1900, y ahora está cerca de 70 años a nivel mundial.
– Alfabetismo: Mientras que sólo el 12 por ciento de la gente podía leer en 1820, hoy el 85 por ciento de la gente está alfabetizada.
– Libertad: mientras sólo el 1 por ciento de la humanidad vivía en democracia en 1820, el porcentaje ha crecido hasta el 56 por ciento hoy.
Mi opinión: No, el mundo no se está cayendo. Puede que estemos ante un peligroso período de populismo nacionalista en Estados Unidos y Europa, junto con una Rusia cada vez más autoritaria y un aumento del terrorismo fundamentalista islámico.
Pero la buena noticia es que las democracias occidentales tienen sistemas de pesos y contrapesos, que esperemos podrán controlar a los líderes autoritarios, ayudar a preservar el medio ambiente y hacer que el mundo siga avanzando. ¡Felices fiestas!