Eso es lo que hizo en enero Elon Musk, el hombre más rico del mundo y probablemente el colaborador más influyente de Trump. Y eso es lo que hicieron Stephen K. Bannon, el ex principal estratega de Trump en la Casa Blanca, y el actor mexicano y activista de derecha Eduardo Verástegui, en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) del 20 de febrero.
Al principio, muchos les dieron el beneficio de la duda cuando dijeron que no estaban haciendo el saludo fascista, sino que las cámaras los habían captado en un ángulo desafortunado. Pero, después de que el saludo con la mano extendida de Musk se convirtió en una noticia mundial, resulta cada vez más difícil tomar en serio esas explicaciones.
Las figuras públicas ya no pueden alegar ignorancia sobre el simbolismo del saludo nazi. No es la forma normal de saludar a una multitud.
En respuesta a las críticas por su saludo, Musk escribió en su cuenta de X que “Francamente, necesitan mejores trucos. El ataque de ‘todos son Hitler’ está muuuy agotado”.
Ese posteo no pareció ser una disculpa pública a quienes se sintieron ofendidos. Más bien, sonó como una declaración que tomaba todo el episodio a la ligera y culpaba a otros por haberse enojado.
La Liga Antidifamación (ADL), una organización que combate el racismo, dijo inicialmente el 20 de enero que Musk probablemente había hecho un “gesto inusual”, pero no un saludo nazi.
Pero días más tarde, después de que Musk posteó una declaración similar en tono de sorna, la ADL dijo que era “inapropiado y ofensivo” que Musk “se burlara” del Holocausto.
No sé qué le pasó por la cabeza a Musk cuando hizo ese gesto que pareció ser el saludo nazi. Puede haber sido una provocación deliberada para generar titulares, o no.
Pero los saludos con la mano extendida de Bannon y Verástegui son más difíciles de justificar. Después de la repercusión mundial que tuvo el saludo de Musk, ¿acaso no sabían la controversia que provocarían?
Bannon dijo que había simplemente “saludado con la mano… como siempre lo hago en mis discursos motivacionales”. Jordan Bardella, el líder del partido de ultraderecha Agrupación Nacional de Francia, canceló su discurso en la CPAC posteriormente diciendo que “uno de los oradores hizo provocativamente un gesto que hacía referencia a la ideología nazi”.
La ADL dijo más tarde que “la larga y perturbadora historia de Steve Bannon de avivar el antisemitismo y el odio, amenazar con la violencia y empoderar a los extremistas es bien conocida”. Agregó que “nos preocupa la normalización de este comportamiento”.
Claudio Grossman, ex decano de la Facultad de Derecho de la American University y miembro de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, me dijo que “estas personas son figuras públicas. Saben lo que significan estos símbolos. Hay muchas maneras de saludar a la multitud que no tienen esa connotación”.
Estoy de acuerdo. Si los saludos de mano de Musk, Bannon y Verástegui no fueron intencionales, no solo deberían disculparse con los sobrevivientes del Holocausto y sus descendientes, sino también tomar acciones concretas para distanciarse de grupos racistas.
Musk podría empezar por retirar su apoyo entusiasta a los partidos políticos europeos de extrema derecha, como Alternativa para Alemania.
Más importante aún, el propio Trump debería pedir a sus seguidores que dejen de coquetear con símbolos nazis para salir en las noticias.
Y Trump debería dejar de normalizar el odio racial, como cuando sugirió falsamente que la mayoría de los inmigrantes mexicanos son criminales y violadores, o cuando mintió diciendo que inmigrantes haitianos se estaban comiendo los gatos y perros de la gente en Ohio.
Intencionalmente o no, estos gestos y declaraciones normalizan el odio racial, que es el prólogo de la violencia racial que llevó a algunas de las peores atrocidades de la humanidad. Hay que parar esta locura ya mismo, antes de que sea demasiado tarde.