POR ANDRES OPPENHEIMER
Tras los sorpresivos resultados del plebiscito de paz en Colombia y el voto del Brexit en Gran Bretaña, en que casi todas las encuestas se equivocaron, hay que preguntarse si algo similar podría ocurrir en las elecciones de Estados Unidos. Y la respuesta es sí.
La razón por la que sigo nervioso ante la posibilidad de que Donald Trump gane a pesar de la actual ventaja de cuatro puntos de Hillary Clinton en las encuestas, sí, adivinaron bien, creo que Trump sería un Presidente mentalmente inestable, errático y peligroso. Es simple: las encuestas no son lo que solían ser.
“Cada día es más difícil encuestar científicamente y conseguir resultados que sean confiables, sobre todo cuando hablamos de encuestas telefónicas”, me dijo el veterano encuestador Sergio Bendixen, fundador de la firma encuestadora Bendixen & Amandi. “La gente está harta de recibir llamadas de encuestadores, y muchos ya no responden”.
Bendixen dice que el porcentaje de personas que contestan las llamadas de los encuestadores ha disminuido dramáticamente en las últimas décadas. Mientras que un 80 por ciento de los estadounidenses respondía a las llamadas de los encuestadores hace cincuenta años, sólo un 30 por ciento hoy responde a llamadas realizadas por encuestadores de carne y hueso, y sólo un 10 por ciento contesta llamadas automatizadas, afirma.
“El proceso de las encuestas está en crisis en todo el mundo”, me dijo Bendixen. “Incluso aquellos que dicen que son probables votantes a menudo no lo son. A mucha gente le da vergüenza decirle a un encuestador que no va a votar”.
Nate Silver, el experto en estadísticas que predijo los resultados de los 50 estados en las elecciones del 2012 para el New York Times y que ahora es el editor de FiveThirtyEight.com, admitió el año pasado que “encuestar se está volviendo cada vez más difícil”.
“El porcentaje de gente que responde a encuestas telefónicas ha estado declinando durante años, y está a menudo en menos de dos dígitos”, escribió. “Las relativamente pocas personas que responden a las encuestas pueden no ser representativas de la mayoría”.
En Colombia, las más importantes firmas encuestadoras, Gallup, Ipsos Napoleón Franco y Cifras y Tendencias, pronosticaron que el acuerdo de paz ganaría por un margen de entre 24 y 30 puntos porcentuales.
Después de la votación en Colombia, muchos analistas dijeron que el voto en contra de los acuerdos había ganado porque la complacencia entre los votantes de “Sí” condujo a que muchos de ellos se quedaran en sus casas el día de la votación. Además, un alto abstencionismo, el hecho de que los partidarios del “no” estaban más motivados que sus rivales y el mal tiempo en las zonas costeras donde el voto de “sí” era fuerte, también condujo al resultado inesperado, dijeron. Pero pocos mencionaron que las encuestas son cada vez menos fiables.
Cuando le pregunté a Bendixen si lo mismo podría ocurrir en Estados Unidos, me dijo: “Sí, aunque la diferencia es que en Estados Unidos hay muchas más encuestadoras profesionales que en otros países, que buscan a muestras representativas de la población”.
Hay unas 15 grandes firmas encuestadoras en Estados Unidos, y cuando la mayoría de ellas muestra resultados similares, uno puede suponer que tienen razón, agregó.
“Hoy, la mayoría de las encuestas muestran que Clinton está adelante,” me dijo Bendixen, quien ha trabajado principalmente para candidatos demócratas. “¿Pero, podría ganar Trump? No es probable, pero es posible.”
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Como en Colombia, existe la posibilidad de que el 8 de noviembre veamos una tasa de abstención mayor que la normal, y una complacencia generalizada de los votantes de Clinton que llevaría a muchos de ellos a quedarse en casa.
A eso hay que sumarle el hecho de que los partidarios de Trump están más motivados para salir a votar que los de Clinton, y que las encuestas de hoy sean menos precisas que en el pasado porque hay menos personas que respondan a las llamadas de los encuestadores. A pesar de que Clinton está arriba en las encuestas, no se puede descartar que gane Trump, y que el próximo presidente de Estados Unidos sea un payaso egomaníaco y autócrata.