Los Ángeles (EE.UU.), (EFE).- Pocos kilómetros separan la zona arrasada por los incendios de Los Ángeles del teatro donde este domingo se celebraron los Óscar, pero entre una y otro había en verdad un abismo, el que un año más, sin importar las circunstancias, ensalzó de nuevo con toda la pompa la magia del cine.
En el Teatro Dolby no faltaron la tradicional alfombra roja, estatuas doradas cada pocos pasos y el glamour de esta noche de brillo. “Estamos muy emocionados. Tenemos un bonito espectáculo”, dijo a EFE la presidenta de la Academia, Janet Yang, poco antes de recibir, a los pies de la escalinata y entre flashes, a los primeros invitados.
Ese prometido espectáculo premió a ‘Anora’, con cinco de las seis estatuillas a las que aspiraba, incluido el de mejor filme.
Nada más empezar el show, éste había admitido sus contradicciones: en estos momentos de política divisiva y trauma colectivo tras las llamas, según dijo el presentador, Conan O’Brien, esta reunión permite reconocer el trabajo de todos aquellos que, delante y detrás de las cámaras, hacen que este oficio siga adelante.
Entre las bambalinas de la gala hay de hecho el ajetreo y la organización propia de un rodaje. Y todo el frenesí se concentra en los bares de cada planta, que no tardaron en pisar, en la primera pausa publicitaria, Emma Stone o el ruso Yura Borisov, que no consiguió el Óscar a mejor actor secundario por ‘Anora’.
La gala es larga, de casi cuatro horas, y el teatro en el que tiene lugar, más mundano de lo que las cámaras reflejan.
“Por suerte tengo un agente que me va diciendo por dónde ir”, dijo a EFE emocionado Nicolas Keppens, director del corto animado ‘Beautiful men’. El Óscar se lo llevó ‘In the Shadow of the Cypress’, pero llegados a este punto, según apuntó el cineasta a EFE, “lo de menos es la competición”.
La poca presencia de Karla Sofía Gascón
Y antes de la gala, otras tres horas de alfombra roja, un desfile por el que pasaron casi todos los nominados, pero con una gran ausencia, la de la española Karla Sofía Gascón, nominada a mejor actriz por ‘Emilia Pérez’.
Gascón no logró el premio tras una campaña que se torció en cuanto salieron a la luz tuits pasados suyos de tinte racista y xenófobo.
“Vamos a ver”, señaló a EFE sobre sus posibilidades de ganar esta noche antes de que se anunciara que el galardón caía en manos de Mikey Madison por ‘Anora’.
Cerraba así una de las promociones más controvertidas que se recuerdan y en la que Netflix -distribuidora internacional del filme- le retiró el apoyo en la fase final de la campaña por el Óscar.
La ceremonia no había escapado a esa polémica: “Si vas a tuitear sobre los Óscar, me llamo Jimmy Kimmel”, bromeó O’Brien en referencia a su antecesor.
Pero esta gala sí pareció querer pasar por alto el contexto geopolítico: la única mención implícita al presidente estadounidense, Donald Trump, se recibió entre risas en la platea.
Porque esta 97 edición de los premios fue ante todo una fiesta. Una con unos 3.300 invitados en persona y, si las audiencias del año pasado se superan, más de 19,5 millones de espectadores desde casa.
“Estoy muy contento de estar aquí con una película que está de actualidad no solo por la salud del Papa sino por su mensaje positivo”, contó a EFE al llegar el actor de ‘Conclave’ Carlos Díez. Su filme ganó el Óscar al mejor guión adaptado.
En la sala había la emoción de haber superado no solo un inicio de año complicado, tras los distintos fuegos en el condado de Los Ángeles. La industria salió resiliente también en el pasado de la pandemia y de las huelgas de 2023.
Y este encuentro anual reconoció esa necesidad de salir adelante. Lo hizo con una coreografía milimetrada, que marca con una cuenta atrás cuántos segundos le quedan a la gente para poder volver a sus asientos.
Pero en cuanto la retransmisión acaba es cuando empieza en verdad la noche: primero en el Baile de los Gobernadores, en el quinto piso del Dolby y al que los premiados suben para que les graben su Óscar, y después otras como la de la revista Variety, que se organizan para un público todavía más reducido.
Entre los invitados al Baile de los Gobernadores, el francés Pierre Olivier Persin, ganador al mejor maquillaje y peluquería por ‘The Substance’ (‘La sustancia’). Un reconocimiento a 30 años de trayectoria, señaló a EFE, y en concreto a un trabajo al que le dedicó un año entero.
También Adrien Brody, triunfador con su interpretación en ‘The Brutalist’, que besaba emocionado a quien se le acercaba y que inmortalizó con su móvil el momento en que su nombre quedó impreso en la estatuilla.
A esa primera fiesta, con ningún metro cuadrado libre, alcohol y comida abundante, incluido jamón de jabugo, se llegaba exultante con el Óscar en mano, poniendo el broche a una jornada en la que la industria cinematográfica se conmemora a sí misma: “Siempre está bien celebrar el arte”, resumía para EFE la actriz Mindy Kalin.