Todos deberíamos desearle suerte al presidente electo, Donald Trump, y que su gobierno sea exitoso.
Pero, al mismo tiempo, sus recientes declaraciones y nombramientos deberían poner a todo el mundo en guardia contra posibles abusos del poder, la destrucción a cámara lenta de la democracia y una ola de corrupción masiva.
Para dejarle en claro de entrada, no estoy entre quienes creen que Estados Unidos se convertirá de la noche a la mañana en una autocracia.
El autócrata turco Recep Tayyip Erdogan tardó dos décadas en desmantelar las instituciones independientes de su país, y el presidente húngaro Viktor Orban, un aliado cercano de Trump, necesitó un tiempo parecido para acumular poderes casi absolutos en su país.
Trump, de 78 años, terminará su mandato siendo el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos, y lo más probable es que no pueda destruir la democracia estadounidense en cuatro años.
Trump seguramente dirá que ganó por una mayoría aplastante y que tiene un mandato sin precedentes en la historia. Pero lo cierto es que ganó sólo el 49.8% del voto popular, y que su margen de victoria fue de 1.5 puntos porcentuales, uno de los más pequeños desde 1900.
Trump comenzará su mandato con una mayoría muy estrecha de 219 miembros en la Cámara de Representantes, lo que equivale a sólo un voto más que los 218 que necesitará para aprobar leyes. Será la mayoría más pequeña en la Cámara desde 1931, en un país donde la oposición suele ganar las elecciones intermedias.
Asimismo, de los más de 830 jueces federales, sólo unos 235 fueron designados por Trump. La mayoría de los jueces probablemente seguirán siendo leales a la Constitución, más que a Trump.
A pesar de todo esto, hay muchos indicios de que Trump intentará debilitar el sistema de pesos y contrapesos de Estados Unidos.
Tras perder las elecciones de 2020 y negarse a aceptar su derrota, ha hecho más de 100 amenazas de investigar, procesar y encarcelar a sus críticos, según un recuento de la Radio Pública Nacional.
Puede que logre intimidar a muchos medios de prensa — quizás la única fuente de monitoreo que tendrá su gobierno — para que se autocensuren.
Además de tener mayoría en ambas cámaras del Congreso, Trump tendrá una Corte Suprema de mayoría conservadora.
Y, a diferencia de su primer mandato, ha elegido a leales incondicionales en lugar de a políticos conservadores con experiencia gubernamental para la mayoría de los principales puestos de su gabinete. ¿Alguien a su alrededor se atreverá a contradecirlo?
Trump ya ha insinuado que buscará permanecer en el poder más allá de su mandato, incluso cuando la Constitución prohíbe a los presidentes servir más de dos períodos de cuatro años.
Algunos de los líderes populistas de derecha que ha invitado a su toma de posesión, como Orban y Nayib Bukele de El Salvador, ya han cambiado sus respectivas constituciones para perpetuarse en el poder.
El presidente saliente Joe Biden, que planea asistir a la toma de posesión de Trump a pesar de que Trump no fue a la suya, dijo en su discurso de despedida que “En Estados Unidos está tomando forma una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que literalmente amenaza nuestra democracia”.
Refiriéndose a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y otros magnates que se han acercado a Trump, Biden dijo que le preocupa el surgimiento de un “complejo tecnológico-industrial”.
Agregó que “los estadounidenses están siendo sepultados bajo una avalancha de desinformación, lo que permite el abuso de poder”.
De hecho, nunca antes en la historia reciente ha habido un gobierno de Estados Unidos con tantos mega-millonarios, con tanto control sobre la información pública.
La presencia de casi una docena de multimillonarios en el gobierno de Trump también puede resultar en un campo fértil para una corrupción sin precedentes. ¿Se abstendrá Musk, el hombre más rico del mundo, de usar su cargo en el nuevo gobierno para favorecer a sus empresas?
Pronto tendremos respuestas a muchas de estas preguntas. Pero hay algo que debería quedar claro: sin controles sobre la presidencia, todos — incluso Trump — perderemos.
Como dice el viejo refrán, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.