Esto no es chiste: el dictador venezolano Nicolás Maduro, acusado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos de haber convertido a su país en un centro del narcotráfico y el narco-terrorismo, acaba de ofrecer asistencia a Ecuador para combatir la violencia de las pandillas de narcotraficantes.
Aunque es muy poco probable que el presidente de centroderecha de Ecuador, Daniel Noboa, acepte la oferta de Maduro, Estados Unidos debería tomar la iniciativa y aumentar drásticamente su ayuda antinarcóticos a Ecuador y a varios otros países latinoamericanos que la están pidiendo.
Washington tendría que hacerlo en su propio interés, porque la creciente violencia de las pandillas del narcotráfico no sólo está aterrorizando a la población en gran parte de América latina, sino que también está empujando a que muchos latinoamericanos emigren sin papeles a Estados Unidos.
En un discurso el 15 de enero, Maduro dijo: “Presidente Noboa, si quiere tener un sistema de seguridad y un sistema penitenciario, búsquenos a nosotros, no busque al Comando Sur (de Estados Unidos). Lo que va a hacer el Comando Sur es intervencionismo, colonialismo”.
La oferta de Maduro sonó ridícula para muchos ecuatorianos, porque la mayoría de los expertos coinciden en que la actual ola de narco-violencia en Ecuador se generó tras la decisión del ex presidente populista ecuatoriano Rafael Correa en 2009 de expulsar la base militar estadounidense antinarcóticos en Manta.
Ecuador, cuyo gobierno declaró un “estado de conflicto interno” el 9 de enero para detener la violencia de las pandillas, ahora está pidiendo abiertamente más ayuda estadounidense, y más cooperación regional, para combatir la violencia de las pandillas.
“Aceptaría con mucho gusto la cooperación de Estados Unidos”, dijo Noboa el martes a la cadena CNN. “Necesitamos equipos, necesitamos armas, necesitamos inteligencia. Creo que éste es un problema global, no sólo de Ecuador”.
A sugerencia de Ecuador, los ministros de Relaciones Exteriores y de Seguridad de los cuatro países de la Comunidad Andina -integrada por Ecuador, Bolivia, Colombia y Perú- acordaron reunirse en Lima, Perú, el 21 de enero para “adoptar medidas concretas y efectivas para combatir el flagelo del crimen organizado transnacional”.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Perú, Javier González-Olaechea, me dijo en una entrevista que la primera prioridad de la reunión será establecer una base de datos actualizada de personas con antecedentes penales en todos los países participantes. Actualmente, los países andinos tienen acuerdos bilaterales para intercambiar información, pero no cuentan con una base de datos regional.
Otra medida que se discutirá en la reunión de ministros será la coordinación de las actividades de patrulla fronteriza, para que no queden grandes áreas a lo largo de sus fronteras descubiertas, me señaló.
“Estamos conociendo una violencia inédita, que conmociona a la población, ya a la que hay que darle una respuesta más allá de nuestras fronteras”, me dijo González-Olaechea.
González-Olaechea agregó que en noviembre le pidió al secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, más cooperación antidrogas de Estados Unidos. Perú no busca una re-edición del Plan Colombia de 2000, sino un acuerdo de cooperación que incluya “más instrumentos” para luchar contra las mafias de la droga, incluyendo “equipos militares”, me dijo.
En última instancia, la creciente narco-violencia en América Latina y el consiguiente aumento de la migración ilegal a Estados Unidos no terminará a menos que Estados Unidos y Europa reduzcan su consumo de drogas.
Contrariamente a lo que nos quieren hacer pensar demagogos populistas como Donald Trump, esto no se resuelve únicamente atacando a las mafias de las drogas en América latina.
Para terminar con el narcotráfico, es necesario también reducir el consumo de drogas en Estados Unidos con más tratamientos de prevención, tratamientos, y campañas en televisión y redes como las que se hicieron exitosamente hace algunas décadas para reducir el consumo de cigarrillos.
Mientras los estadounidenses, los europeos y, cada vez más, los latinoamericanos sigan consumiendo cantidades cada vez mayores de drogas, el tráfico de narcóticos seguirá creciendo.
Dicho esto, mientras se intensifican los esfuerzos para reducir el consumo, Washington haría bien en ofrecer más ayuda anti-drogas a Ecuador, Perú y todos los demás países latinoamericanos que la están pidiendo a viva voz.