Desde que los fundadores de esta nación idearon un modelo electoral bipartidista, nunca imaginaron que uno de esos partidos se apartara tanto de los cimientos democráticos que han inspirado los mejores momentos de este gran país: libertad, igualdad, democracia, individualidad, unidad y diversidad.
El partido republicano se encuentra en la más grande crisis que haya tenido ese partido, quizá desde el Watergate y la renuncia de Nixon. Precisamente erosionan con sus conductas políticas y sus indecisiones a los valores de la nación entera: a la libertad, nombrando jueces conservadores; la igualdad apoyando a corporaciones y a los ricos; democracia arguyendo fraudes que no existen; individualidad imponiendo restricciones al aborto; a la unidad polarizando al país y apoyando o tolerando la violencia; y finalmente a la diversidad haciendo injustas acusaciones a los inmigrantes. Es una crisis completa, es ética y de identidad.
Mientras que es bien sabido que el partido republicano tiene una identidad relacionada con la derecha, ideologías conservadoras, socialmente moderados y que promueven el liberalismo económico, en las últimas dos décadas han ido perdiendo la imaginación y la capacidad para re-inventarse, quizá sea mejor decir rechazan adaptarse. Se la han pasado con tres temas fundamentales: estar en contra del aborto, disminuir impuestos a los ricos y atacar a los inmigrantes. Ni siquiera las funciones tradicionales que se adjudicaban de apoyar al ejército y de reducir la intervención del gobierno en asuntos públicos les ha preocupado demasiado.
Luego llegó Trump y el partido republicano perdió la brújula a niveles de locura. Por si fuera poco, después de hacer una pésima campaña de medio término cosecharon paupérrimos triunfos y se encuentran más divididos que nunca. Sin líderes, sin ideólogos, sin rumbo los republicanos están como anonadados y los mete en mayor estupor el expresidente Trump anunciando su pre-candidatura a la presidencia.
Nadie duda que están divididos, sino es que fragmentados, temerosos en extremo pues son muy pocos los que se atreven a denunciar lo que la mayoría de la gente en Estados Unidos republicanos, demócratas e independiente saben, que Trump es una bomba de tiempo, es tóxico, extremadamente peligroso e inconsciente por carecer de pudor ético, no respeta a la ley y no tiene el más elemental sentido común diplomático o sensibilidad política. Ve sólo lo que le conviene y se nutre del conflicto.
Sin lugar a duda a los demócratas les conviene un candidato como Trump en la contienda nacional pues es más sencillo ganarle, pero al mismo tiempo saben lo que es capaz de hacer movilizando a sus fanáticos, “remember el capitolio, 6 de enero.” No es faltar a la verdad decir que los republicanos se encuentran ante una encrucijada sin más salida que seguir secuestrados por Trump o desprenderse de ese flagelo que crea cada vez más daño a un partido ya en franco desprestigio.
La crisis del partido republicano trasciende hacia la nación entera, incluyendo la aprobación del presupuesto, la capacidad de endeudamiento, la peligrosa situación de la guerra de Rusia y Ucrania, la agenda contra el calentamiento global, los apoyos sociales, una probable y justa reforma o acción ejecutiva pro migrantes y por supuesto la reputación entera del país en un mundo cada vez más complicado.
De verdad que es mal momento para ser republicano. Inspiran pena. Es válido que muchos republicanos se pregunten ¿quién soy? Los ojos del mundo los ven. La historia toma nota.