Madrid, (EFE).- La cineasta mexicano-salvadoreña Tatiana Huezo, que representó a México en la última edición de los Oscar con “Noche de fuego”, asegura que salir de las grandes urbes de ese país para filmar es una acción que entraña ciertos riesgos en los últimos años.
“No está siendo fácil rodar ahora en México porque si sales a lugares aislados estás más expuesto”, lamenta en una entrevista con Efe en la Casa de América de Madrid con motivo de la exhibición de tres de sus películas: “El lugar más pequeño” (2011), “Tempestad” (2016) y “Noche de fuego” (2021).
Huezo reconoce que, cuando filmó “Tempestad”, sintió miedo al recorrer “territorios sumamente complicados”, que “desde hace años están que arden por los distintos cárteles que hay a lo largo del país”, como en Matamoros, en el Estado de Tamaulipas, y el Golfo de México.
La directora se muestra cauta a la hora de hablar de la violencia en México por ser un asunto con “demasiadas aristas”.
No obstante, denuncia que “el nivel de violencia ha llegado a unos límites de guerra por el número de desaparecidos y de pueblos sometidos, expuestos y controlados por el narcotráfico”.
INFANCIA Y VIOLENCIA COMO TELÓN DE FONDO
A los diez años Huezo se enamoró del cine frente a la pantalla de la Cineteca Nacional de México y con películas de David Lynch, Wim Wenders y François Truffaut. Su madre tuvo que criarla sola junto a su hermana menor a causa de la guerra civil salvadoreña, así que ir a este lugar era su “única ‘chance’ (oportunidad) de darse un espacio para ella misma”.
Hoy no puede evitar reírse al recordar cómo soñó durante días con “El pequeño salvaje” (1971) de Truffaut. Eran películas “muy fuertes e intensas” para su edad. Sin embargo, tiene claro que esa fue “la semilla” de lo que es ahora.
Aunque sus películas no nacen al calor de la búsqueda de un tema determinado, infancia, pérdida y violencia son temas muy presentes en todas ellas. Esto ya se atisba en su primer documental, “El lugar más pequeño”, donde se retrata la “dimensión de la tragedia” que se vivió en el pueblo natal de su abuela, en El Salvador.
“La primera vez que visité ese pueblo me encontré con una iglesia donde no había santos. Estaba llena de fotografías de adolescentes que habían muerto en la guerra. Yo quería saber qué había pasado en ese lugar y ver cómo mi generación, que en esa época fueron niños, tomaron las armas”, cuenta a EFE la cineasta.
UNA FICCIÓN CASI REAL
La sombra del “monstruo de la violencia” también se hace presente en su última película y primera de ficción: “Noche de fuego”, donde “el crecer” y el “significado de ser mujer en un contexto violento” se muestran a través de los ojos de Ana, una niña mexicana de siete años que crece entre juegos macabros, maestros rurales que abandonan las escuelas y soldados a los que no se les puede mirar a los ojos.
“Hay un tema pendiente en mi país, muy doloroso y muy urgente que tiene que ver con la desaparición de personas”, insiste Huezo, al tiempo que define el largometraje como una ficción “muy cerca de la realidad”, que incluso llega a quedarse corta.
“Hay madres que se han tenido que volver casi forenses porque han tenido que aprender a reconocer huesos humanos para hacerse buscadoras ante la falta de apoyo, ayuda y justicia de las autoridades”, denuncia.
Sobre sus proyectos, la directora adelanta que su nueva película “El eco”, ahora en fase de edición tras un año de rodaje, contará la historia de un grupo de “niños campesinos que se hacen adultos demasiado pronto” y se estrenará el próximo año.
Maribel Arenas